TORMENTA FINAL
A horcajadas de Luzbel,
la noche cabalga desatinos
ofuscando la razón,
último desacoplamiento,
la realidad se burla
y en harapos escapamos de la risa,
salpicados de absurdos resabios.
Los desafíos cobran prebendas,
postergan sueños por recelos;
los duendes acaparan los miedos
y un rechino amedrenta las ilusiones.La tempestad ruge,
imponente el trueno
se abre en dantesca flecha
y en un ilegítimo epígrafe
las letras dejan de pertenecernos.
El aplauso es vano oropel
y el perjurio aplasta la cruz,
las palabras repiten historias
que quisieron ser diferentes
y la vida, implacable maga,
ríe con boca desdentada.
La lluvia anega cosechas,
esteriliza bonanzas
y arrastra un torrente de promesas,
ofrenda al mejor postor.Las nubes, oscuras cual Belcebú
aplastan las ciudades,
la gente grita, corre y huye,
tintinean las luces,
ya nadie pide confesión,
los sacramentos se aparcan
y las iglesias cierran sus puertas.La riada llega demasiado pronto,
adormece los sentimientos,
libera a los amantes
de momentos de irracionalidad.
Redhiben los sagrados votos,
la fidelidad se inmola
en el altar de una misa negra;
quiebra el viento los cristales,
aúlla el endiablado siroco
los hogares se vuelven sacrílegos,
volteando a su paso almas ateridas.La cosmografía huye de los estereotipos,
los astros se alejan
y el ecuador se desliza.
La lluvia cae implacable,
las gotas traspasan paredes,
hieren mortalmente las caricias,
se deshacen en polvo los libros
arrastrando consonantes,
vocales y pétalos olvidados,
que engulle la humillación
disfrazada de pervertido remolino.
Graciela Vera
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