Blogia

LETRAS VS PALABRAS - El weblog de Graciela

UNA NOCHE INOLVIDABLE

UNA NOCHE INOLVIDABLE

UNA NOCHE INOLVIDABLE  
                  por Graciela Vera


-¿Quieres pasar una noche inolvidable?
No se si me lo preguntó o lo afirmó. Lo cierto es que la noche inolvidable comenzó antes de abrir la puerta de mi apartamento.
Cuando subíamos en el ascensor afirmó sus dos manos en mis pechos y presionando su miembro sobre mi muslo me besó suavemente en el cuello. Me sentía gemir de placer y de expectativa.

El martes Pedro, tratando de levantar mi ánimo que por entonces estaba a la altura de la cabeza de un caracol que va reptando entre los bulbos de narcisos que había visto esa mañana, recién plantados en el parque, frente a la oficina, me invitó a la reunión que estaban organizando con su esposa para festejar su XXIII aniversario de bodas.
-Habrá solo unos pocos amigos íntimos.
La idea no me tranquilizó. Esos amigos íntimos de Pedro eran totalmente desconocidos para mi. Como el mismo Pedro al que no veía más allá de las horas de oficina en las que, invariablemente debíamos ocupar escritorios contiguos.
Y además ahora tenía ese otro problema: ¿Qué coños les llevaba como obsequio? No tenía ni idea de cómo vivían ni, de si la bandeja de plata con hojitas talladas que elegí ‘pegaría’ con la vajilla de su casa y sobre todo en un aniversario tan anodino como el vigésimo tercero.
Pedro siempre venía desarreglado, la corbata torcida, los cuellos de la camisa arrugados, y generalmente olvidaba peinarse los escasos cabellos color melaza que raleaban en su cráneo irregular.
A su mujer, me había dicho que se llamaba Olga, la había visto una vez en una reunión de fin de año. Esas en los que todos sonreímos y presentamos, los que los tienen, a sus medias naranjas y a sus nenes para que los demás nos compadezcan en silencio.
La recordaba como una mujer algo regordeta, con un traje de color indefinido y una corrida en la media. ¿Cómo sería la casa de una pareja así?
Estuve tentada a rechazar la invitación pero ya era tarde.
- Olga está encantada de que vayas a nuestra reunión. Me ha dicho que está deseando conversar contigo para que le digas como haces para mantenerte siempre en línea.

La puerta del departamento se cerró y me sentí presionada, ahora entre la madera barnizada y aquel pedazo de carne humana oliendo a lavanda.
Sentí sus labios siguiendo el camino que las manos le iban abriendo en mi blusa  de seda roja y no quise pensar en nada más que en esa noche inolvidable que me había prometido.
Desaté el nudo de su corbata y forcejeé para quitarle la americana que cayó sin mucho donaire al suelo. Fui desprendiendo uno a uno los botones de su camisa… no pude resistir besar ese pecho varonil y supe que el esperaba algo más.

Me quité el collar de perlas y lo dejé sobre el tocador. Quizás no correspondiera hacer ostentación de joyas. Maldije no haberle preguntado a Pedro qué ropa debería llevar a la reunión. La corrida en la media de su mujer parecía danzar en mi mente.
Con aquel vestido negro, escotado yo sabía que estaba muy bien para presentarme en un cóctel en el hotel Ritz, de hecho allí lo había lucido la última vez que me lo había puesto hacía…
Sacudí la cabeza para no recordar cuánto tiempo hacía que no iba a una reunión social y en forma maquinal, sin pensarlo, me quité el vestido que tiré sobre la cama. Abrí el placard y elegí una blusa roja y una falda marrón con algo de vuelo.
La casa de Pedro quedaba en un barrio de gente de posición media. Tomaría un taxi para ir, no quería pasarme la noche sin probar alcohol.

Sentí que sus manos me empujaban hacia abajo obligándome a arrodillarme hasta que mi cabeza quedó a la altura de su pelvis. Recordé que pensaba invitarlo con una copa pero ya habría tiempo más tarde y si no lo había no importaba, ahora no importaba nada más que aquella sensación.
Con lentitud, no porque lo considerara oportuno sinó porque mis dedos parecían pensar por sí solos y no obedecían coordinadamente el mandato de mi mente, desabroché su cinto, desprendí su pantalón y fui bajando la cremallera.
Ya estaba hecho, ya no volvería atrás, la noche sería inolvidable, yo también podía asegurarlo.

Cuando llegué él ya estaba allí. Pedro me lo presentó el primero. Estaba hablando con una chica rubia con tetas prefabricadas. Bueno, así llamo yo a los implantes de siliconas. Me dio la mano distraídamente y siguió explicándole a la rubia sobre su último viaje a Sudáfrica.
La esposa de Pedro  me agradeció la bandeja de plata y la colocó en una mesa que estaba al lado del piano de cola,  junto con un juego de candelabros de bronce, una perfecta copia de un Picasso, un juego de té de porcelana china, una biblia antigua y otros obsequios que hacían que mi bandeja pareciera la cenicienta en el baile del palacio. Solo que ésta no desaparecería a las doce.
- Es muy bonita y me hacía falta una bandeja para el diario. ¿Qué quieres tomar… Carlos, te presento a…. ¿Cómo te llamas?.... compañera de trabajo de Pedro
Olga vestía en verde botella con la falda apenas unos centímetros sobre los tobillos. Estaba elegante y lucía con toda naturalidad una gargantilla y pendientes de esmeraldas.
Me llevé la mano al cuello… me sentí ridícula con mi cadena de plata. Sin lugar a dudas debí haberle preguntado a Pedro que clase de reunión era la que iban a ofrecer.

Sentí mi boca llena, la succión suave y la presión de su mano apretando mi cabeza contra su cuerpo me excitaba.  Lo oí gemir y sentí la satisfacción de provocarle placer. Sus muslos se agarrotaron y en un instante me encontré con la boca repleta de sabor.
Me atrajo lentamente mientras mi lengua chasqueba saboreando aquel jugo de dioses. Le gustó que me lo bebiera, me besó los ojos, me besó con suavidad y me levantó en brazos. Sonreí y le dejé hacer. Era mi noche inolvidable.

La mujer de Pedro resultó ser una virtuosa del piano. Bach, Bethoven, Weber, Mozart… alguien comentó que había dejado una brillante carrera por su familia.  Sentada junto a aquel matrimonio mayor de los que solo recuerdo que ambos querían ir de vacaciones al Caribe pero no se ponían de acuerdo porque los dos preferían diferente época del año para hacer el viaje, sintiéndome un poco usada para dilucidar una discusión de la que no era arte ni parte, me sentí agradecida cuando mi compañero de oficina anunció que su mujer iba a regalarnos con un pequeño concierto.
Después de la primera interpretación me encerré en un mundo de arte del que solo me retrajo el aplauso final y la invitación a pasar al comedor.
Miré distraidamente a los demás invitados rogando quedar junto a alguien que no resultara muy pesado con su conversación: la pareja joven integrada por el hijo de los anfitriones y su novia; un matrimonio que, desde que llegué pensé que estaban oliendo algo feo porque la nariz de ambos siempre estuvo como si buscaran aire fresco; la señora del vestido azul que reía todo el tiempo; tres amigos más de Pedro con sus esposas, dos tías de Olga, la rubia implantada, él y yo.
Mientras caminábamos vi pasar a mi lado a la rubia sola y me alegré de que así fuera.


Me dejó junto a la mesa de la cocina… bueno, mi apartamento es tan pequeño que la cocina y el comedor se confunden.
Levanté las manos para soltar mi cabello que se despeñó sobre la espalda mientras sus manos expertas desabrochaban mi sujetador y dejaban libres mis pechos que sorbió con fuerza provocándome un doloroso placer.
Su mano subió mi falda y se enganchó en mis bragas que arrastró hacia abajo y me obligó a sentarme en el borde de la mesa.

Desde que había entrado en casa de Pedro no salía de mi asombro. El hombre desarreglado que todas las mañanas llegaba somnoliento a la oficina e invariablemente terminaba el día con una mancha de café en la solapa se había transformado en un caballero de smoking y pajarita negra que le ofrecía solícitamente el brazo a la mayor de sus tías.
Por su parte las medias corridas de Olga no tenían nada que ver con aquella mujer que demostraba ser un dechado de buen gusto y exquisita cortesía. Había arreglado la amplia terraza con una serie de mesas redondas, cada una para cuatro personas.
Los manteles rosados llegaban hasta el suelo y una lámpara baja escondida en un centro de mesa de flores daba un carácter íntimo a cada grupo.
El detalle del cartoncito con el nombre de los comensales  me gustó. No tendría que buscar por mi un lugar que, seguramente no sabría como elegir.
-Tú estás por allá.- Me dijo Pedro señalándome un grupo ya ubicado en una mesa junto a la ventana.
Un matrimonio dicharachero y… él, ocupaban la mesa. Los hombres se levantaron cuando me acerqué y se presentaron. Se ve que no se acordaba de que a nosotros ya nos habían presentado y no quise comentar nada al respecto. Seguro que estaba amargado porque la rubia estaba sentada en otro grupo bastante alejada del nuestro.
Patricia, Esteban y…  -¿Ricardo?, pregunté como si no hubiera oído bien su nombre.
La cena transcurrió en un ambiente agradable. Conversamos de los últimos descubrimientos científicos para detener la caída del cabello en los hombres… ¡vaya a saber como sacamos ese tema!, parecía hasta ridículo pero los cuatro lo hicimos ameno, risueño y lleno de anécdotas. Después Ricardo contó de sus viajes. Es fotógrafo profesional y va  donde se encuentra la noticia del momento. El no lo dijo pero los tres supimos que había sido premiado recientemente como el fotógrafo del año.
Cuando llegó la hora de los postres Olga se acercó a nuestra mesa para preguntar como habíamos pasado la noche.

Sentí sus dedos hurgando entre mis piernas, escudriñando mis secretos y no protesté cuando su maestría me provocó espasmos, repetidos, cada vez más intensos, hasta hacerme gritar un basta que ambos sabíamos significaba lo contrario.
La noche recién había comenzado. Sonriendo Ricardo me convencía de que la batalla aún estaba por empezar. Después de aquel primer ataque en el que ningún contrincante había salido vencido traté de arreglarme la ropa pero él, con lascivia en la voz me dijo que prefería verme desnuda.
No me encontraba cómoda sirviendo las copas en estado de Eva hasta que lo sentí detrás de mí.
Adán y Eva, el paraíso y dos aceitunas en dos ‘martini’. Colocó sus manos en mis caderas empujándome contra el frigorífico. Sentí la caricia en mis nalgas, lo sentí palparme, separme y grité, indefensa, la cara pegada a la puerta fría y las manos arañando el esmalte blanco.
Sus labios en mi espalda hicieron que aflojara la tensión de mi cuerpo e inexplicablemente gocé como una poseída del dolor de sentirme vencida, tomada y dominada. Sus dedos colocaron una de las aceitunas en mi boca y con los dientes me la quitó dejándome el gusto en la punta de la lengua.

Estábamos terminando el postre cuando sentí el roce en mi pierna. Levanté los ojos y vi una sonrisa franca.
Me preguntó si vivía sola y yo sonreí al decirle que ni siquiera tenía un gato. ¿Porqué se me había ocurrido lo del gato? El rió de la respuesta.
Después pasamos a la sala para tomar el café. Se quedó a mi lado. Seguramente el interés del uno por el otro no pasó desapercibido para Patricia y Esteban que desde ese momento nos dejaron solos en aquel rincón alejados de todos y de todo.
Hablamos de nosotros y del amor. Lo cierto es que nos enfrascamos en una acalorada discusión sobre el amor y la posibilidad de enamorarse con solo verse y como queriendo dar fuerza a sus palabras el roce casi permanente. Como inadvertido, como casual.
-¿Quieres pasar una noche inolvidable?
Lo dijo en tono desafiante, mirándome a los ojos, implorando y exigiendo a la vez una respuesta afirmativa.

En el taxi me dijo que yo era todo un desafío y yo reí sabiendo que estaba en lo cierto. El me prometía una noche inolvidable pero ¿era yo capaz de recrearme en esa noche?
Me besó buscando con su lengua mi paladar mientras las manos, por debajo del tapado, se deslizaban por mi espalda y llegaban más abajo presionando y provocándome un estado de casi parálisis.
Inclinado sobre mi cuerpo, siempre besándome  comenzó a apretar mis pezones y yo… Hacía tanto tiempo que no me encontraba en una situación similar que no supe que hacer.
Las manos estaban de más. En algo tenía que ocuparlas… por un momento pensé en apretar su virilidad para demostrarle que estaba dispuesta a todo pero solo atiné a envolver mis brazos alrededor de su cuello y dejarlo hacer.
Las piernas, el cuello, el vientre, las nalgas, mi cuerpo estaba siendo examinado palmo a palmo y yo me dejaba  sin importarme la sonrisa socarrona del chofer que ¡Vaya si habría visto estas urgencias!

Cuando me despedí de los demás invitados creí que la rubia de los implantes me miraba con cierto rencor. Sonreí para mis adentros. Esta vez yo había vencido y me llevaba el mejor trofeo.
¿Trofeo?... miré la bandeja de plata, pequeña, perdida entre los otros obsequios y estuve tentada a reclamarla para hacerle grabar una placa que dijera: “cambio un trofeo por una noche inolvidable”.
El lunes haría un pastel de manzana y se lo daría a Pedro para que se lo llevara de mi parte a Olga… ¿sería buena idea llevarle un pastel casero?, ya no la veía como una señora que acostumbre recibir pasteles de manzana… ¿Comerían pasteles de manzana Brahms, Liszt  y los demás compositores que parecían formar parte de la vida de Olga?


Una ducha compartiendo las mismas gotas, chupándolas de nuestros cuerpos, frotándonos con suavidad por fuera y por dentro. Bajo el chorro de agua me obligó a levantarme en el aire para ir resbalando, pegada a su cuerpo y quedar allí… sintiéndolo vivo mientras mi lengua sorbía el agua que caía sobre sus hombros.
- Te quiero doncella.
Me dijo besándome en los ojos.
- Y te quiero puta
Me exigió reclamando nuevamente  mi boca.
De espaldas sobre la cama sentí la cremallera del vestido negro, el que no había querido usar esa noche. Giré  sobre un costado para quitarlo y, como si fuera un banderín revolearlo sobre mi cabeza arrojándolo al suelo.


Pedro y de su mujer me acompañaron a la puerta creí notar una sonrisa cómplice en Olga.
– En mis fiestas siempre se enamora alguien – Dijo mirando a la parejita joven que se había puesto a bailar, muy pegados.
Le agradecí a Pedro por aquella “noche inolvidable” y, solo se me ocurrió decirle
– Nos vemos el lunes.
Desde el taxi miré la casa, el exterior era el de una vivienda típica de una familia de clase media pero Olga, a la que ya no asociaba a una media corrida, la había convertido en una mansión del barrio de ejecutivos.
Pensé que ya no volvería a ver las manchas de café en el traje de Pedro. Era perdonable que alguien que vivía en un ambiente tan exquisito tuviera algunas excentricidades  y consideré que debía cultivar la amistad de aquel matrimonio.

Ricardo estaba de rodillas frente a mi. – Va a ser una noche inolvidable. Volvió a decir al tiempo que separaba mis rodillas. Desde mi posición sentí la emoción de ver su cabeza metida allí y el goce provocado me instaba a revolcarme.
- Desfallezco- grité sin poder detener el temblor de mi vientre. Lo vi reptar sobre mi y sentí sus manos, como tenazas apretando mis pechos, pellizcando mis pezones hasta hacerme gritar, tomándome con brusquedad, como con rabia y obligándome a cambiar de posturas, a rodar en un mar de piernas y brazos, mordiendo, arañando, gimiendo.
-Es una noche inolvidable – dijo obligándome a recibirlo por cada orificio de mi cuerpo, chocando con violencia piel contra piel, sexo contra sexo hasta que, agotados, envueltos en una capa de sudor y de fluidos nos dormimos abrazados aún en el último gran éxtasis.


El café recién preparado deja escapar todo su aroma. Abro la ventana para que entre  el sol de la mañana.
Me sirvo una taza y enciendo el televisor. Pienso en la fiesta de anoche y tengo que convenir en que Pedro tenía razón, me hacía falta salir de mi encierro, compartir con gente que me hiciera sentir que aún puedo  disfrutar de la vida.
Me pongo de pie y me dirijo al dormitorio. Sonrío porque como siempre casi no tengo que preocuparme en hacer la cama, apenas si alisarla un poco.
Tomo el vestido negro que está sobre la cama y lo guardo en el placard. El resto de la ropa que usé anoche ya está en sus perchas. Nunca me gustó dejar la casa sin ordenar cuando regreso de mis escasas salidas.
Busco en la cartera las tarjetas que me dieron mis compañeros de mesa: Patricia y Esteban. Los llamaré más tarde para agradecerles su compañía. Ricardo… me dijo que lo llamara si me decidía a hacer ese curso de fotografía que siempre me había entusiasmado pero ¿no lo habrá hecho por compromiso?, si se veía que le hubiera gustado estar en la mesa de la rubia.
Bueno, tal vez lo llame ¿se acordará de quién soy? Seguro que tendré que refrescarle la memoria… “mira, soy la que se sentó en tu mesa… la que volcó la salsa en el mantel,… si, me encantó la velada… me gustaría tomar un café contigo… si no estás ocupado por supuesto… bueno… cuando puedas me llamas tú… no, no te disculpes… el trabajo es primero…

Vuelvo al living y me pongo a rebobinar la cinta  de video que miré anoche después que volví de la casa de Pedro… como es común en mi,  no tenía ganas de dormir.
Guardo la cinta en la caja, el título: “Una noche inolvidable”.

EL INSOMNIO

EL INSOMNIO

INSOMNIO

Sin lugar a dudas el insomnio es una calamidad de miles, pero eso no me consuela.

 Respiro tranquila, trato de dejar la mente en blanco pero el sueño se me niega y ni siquiera los viejos consejos, como la tila con leche o la cuenta de ovejitas, sirven para cerrarme los dos platos que se me han incrustado por ojos.

Durante la primera hora la vigila fue sosegada, a la segunda los pies comenzaron a enredarse en las sábanas y si no me levanto me hubieran comido las miles de  hormigas, que ya sentía caminar invisibles por todos lados.

Pienso en mi insomnio y siento que me pica la nariz, el hombro y la rodilla, que me molesta la espalda, la cadera y la nuca y si intento rascarme sin despertar a mi pareja, entonces, invariablemente la pica se extiende más allá del alcance de los brazos y  me obliga a retorcer  el cuerpo en lo que termina siendo una inútil tentativa  de alcanzar con la mano el lugar exacto de la comezón.

Creo haber logrado superar el trance pero... ¿Porqué esta noche la planta de mi pie estará tan lejos del alcance de mis uñas?

          Comparto la cama con mi marido y su suave ronquido, apenas detectado, me pone los cabellos tiesos... yo no duermo... mis uñas se clavan en el colchón, tuerzo la cabeza y pienso en voz alta: -“Duerme ahora, que ya reiré yo en la siguiente ocasión”.

Más reír, lo que se dice reír,  no río.  Mientras observo el sueño placentero del despreocupado durmiente me vuelco boca abajo, intento esconder la cabeza, como avestruz humano, bajo la almohada, y en son de protesta, acerco los pies a la testa, con lo que asciende hacia el techo la parte de tu humanidad que siempre he usado para sentarme.

Basta ya!!!!!!!!, imposible soportarlo, la última tentativa será un asalto al refrigerador.

Quizás así logre conciliar el sueño antes de que el gallo intente despertarme.  ¿Gallo en medio de una ciudad?... bocinas.... seguro que eso es lo que no me ha dejado dormir. Segurísimo, ya tengo una excusa ¿o es el insomnio el que tiene la excusa?

El estómago pesado comienza a trasmitir  la sensación a mis párpados. Rápido! a la cama, intento no perder esta oportunidad. Olvido la visita al baño, no doy oportunidad a que se me vuelva a escapar el sueño antes de poder  disfrutarlo.

Y ahora... esos ronquidos a mi lado no me dejan concentrar en lo esencial... repaso el nombre de las siete plagas de Egipto, y hasta de los treinta y tres reyes godos... a esta altura de los ya ni idea tengo de si lo que más me preocupa en este momento es dormir o recordar cuáles son las cien recetas para combatir el insomnio,

La de la abuela, un té de lechuga. Imposible, ni una hoja verde en la casa. La última se la di como cena a la tortuguita; me levanto, corro a su pecera pero, ¡siempre he dicho que Manuelita goza de excelente apetito!, no importa, la otra receta es la de la  miel con leche ¿o sería leche con miel?

Pero ¿dónde se encuentra miel a esta hora de la noche? De un puntapié quito el edredón y con el rabillo del ojo miro hacia su lado. Él no se ha inmutado y sigue durmiendo.

Ya me he despabilado totalmente.

¡Chocolate caliente!, ¿sería para el insomnio? El asunto no es dudar. Y ahora no habrá problema. Estoy segura de que en casa tengo chocolate. Manos a la obra, voy a prepararlo. Pero ¿cómo hacerlo sola?, es bebida de dioses, y mi amor es demasiado para albergar egoísmos. Decido compartirlo con ese venturoso mortal que duerme tan plácidamente a mi lado.

No me preocupa despertarlo.  No tengo dudas que me lo agradecerá y  luego del chocolate ambos caeremos dulcemente en brazos de Morfeo.

Error. ¿En qué me he equivocado?...  Ahora somos dos los que tenemos los ojos como monedas de cinco duros mientras de nuestras  bocas escapan descorazonadores ayes.

Realmente el chocolate no fue buena idea.

Hoy no dormiré pero de algo estoy segura. En el futuro me aseguraré de que no falten hojas de lechuga en el refrigerador y de no volver a beber chocolate caliente de noche... y menos con veintisiete grados de temperatura... me olvidé de que es verano.

¿No es cierto que el insomnio de a dos es más llevadero?

                                                                    Graciela Vera

CUENTOS CORTOS PARA LEER EN UNA TARDE DE INVIERNO

CUENTOS CORTOS PARA LEER EN UNA TARDE DE INVIERNO es un compendio de notas que se fueron transformando en historias a instancias de mi hija Viviana que con sus severísimas y certeras críticas  me guió y me convenció para convertir unos tímidos escarceos literarios en este mini volumen que aquí os presento.

 ¿Cuánto hay de imaginación y cuánto de realidad en cada una? Quizás nunca pueda ni siquiera yo, su autora, llegar a saberlo.  Un pequeño recuerdo, una visión esporádica o una noticia ya hace mucho tiempo olvidada son, para quienes sentimos el cosquilleo de transformar los sueños en palabras, el cáliz del cual bebe la imaginación.

 No pretendo el aplauso de los eruditos, solo ansío la tímida aceptación y, si fuera posible, el entretenimiento de la gente común.  Gracias por leer este libro que se escribió en el año 1997 y ve la luz primera a través de Internet, en Almería, en el año 2003.

MIS WEBLOGS

Gracias por entrar a mis páginas, sólo deseo que sean de tu agrado.

 

Una web en permanente actualización: http://win.gtiuruguay.com/gracielavera/ aquí hay sueños, investigación y también están mis amigos

 

En la web de Chuynet puedes leerme en http://www.chuynet.com/columnistas/graciela-vera/gracielavera.htm

 

En Informe Uruguay puedes buscar en su archivo artículos de mi autoría en http://www.uruguayinforme.com

 

Y como quiero ser parte de los 48 millones de weblogs que surcan el ciberespacio:

 

Escribo sobre Almería en  http://almeria-diarioblog.blogia.com Noticias que no pretenden convertir el blog en una redacción, comentarios y trabajos relacionados con una ciudad que me ha embelezado.

 

Reclamo la vigencia de un Tratado Internacional firmado entre España y Uruguay en: http://tratado-de-1870.blogia.com

 

Estoy reuniendo mis trabajos en: http://graciela.blogia.com en donde he dejado volar la imaginación.

 

Quiero recordar siempre a un país pequeñito desde el que un día partí en busca de un sueño en: http://nueve-franjas-y-un-sol.blogia.com desde la distancia y una maravillosa realidad sigo soñando con mi Uruguay

 

España es hermosa, el planeta tierra lo es. No importa cuanto haga el hombre por destruirlo. Aquí encontrarás sueños y realidades: http://de-levante-a-poniente.blogia.com Las ciudades y los lugares que quiero recordar y los que idealizo en la imaginación. Lo que quiero destacar por digno y lo que no quisiera haber tenido que escribir

COMO UNA ROCA

COMO UNA ROCA

 

Como una roca,
fría, sin vida,
así pido a Dios transforme mis entrañas,
para que no las atenace el dolor
cuando estando en mis brazos
regresas allá.

Quitarme el corazón,
transformarlo en pieza de orfebrería,
en la que los recuerdos no importen,
latiendo cuando estás cerca
aunque grite por detenerse.

Como una roca,
tan solo una roca,
eso quiero ser
cuando recuerdas lo que yo quiero olvidar,
tan solo una roca.

Nada más que una roca.

          Graciela Vera

Ilustración: pintura de Chris Shereve 'Woman and man2

BUSCANDO

BUSCANDO

 

 

Arrastro estrellas sin noches,
días eternos,
sin atardeceres ni soles.


Pienso en lo que ya no es.
Pasos que se detienen,
nada tras la puerta.
 
 
Busco palabras nuevas,
recuerdos del mañana
sujetos a la espera.

Viví sin existir.
¿Qué me deparó el ayer?
¿Hacia donde me lleva el hoy?

Sigo caminos sin sendas,
derroteros ya vistos,
no hay mapas, ni auto stop.

Arrastro, pienso,
¿busco aún?
¿Acaso ya llegué?


Sin brújulas hallé la senda,
cogí soles y viví con las estrellas
y ya no añoré lo añorado.


No más días sin atardeceres,
no mas caminos ya recorridos;
tú tras la puerta,


arropando mis ansias,
en miles de palabras viejas.
Final de la búsqueda.


              Graciela Vera

Ilustración: pintura 'mujer con camisa' de Gil Gamundi

AMAR ES DAR

AMAR ES DAR

 

Amar es dar
mas allá de los sentimientos,
entrega de vida,
saber decir gracias
mirándonos a los ojos.

Amar es dar
cuando las manos tiemblan
buscado amparo y consuelo,
saber decir gracias
sin callar verdades.

Amar es dar
sin pensar en que dirán
quienes no conocen de nuestro querer,
saber decir gracias
y todos los días comenzar.

Amar es saber decir gracias
y dar cada día más.

      Graciela Vera

BUSCAD MI CORAZA

BUSCAD MI CORAZA


Voy buscando mi coraza.
Era mía, me protegía,
un día me la robó tu amor
y ahora le necesito y reclamo.

Buscadla y dádmela
aunque esté en pedazos,
no quiero de nuevo sufrir
y necesito cubrir
de acero mi alma.

¿En pedazos me la dais?
No importa, en pedazos la acepto,
solo necesito un trocito
en el que guarecer el corazón.

Ayudadme a ponérmela
¿no sabéis acaso
que mi amado no debe
volver a verme llorar?

            Graciela Vera

CELOS (II)

CELOS (II)

 

No quiero llorar cuando lloro
lágrimas que no deberían ser.

¿Es egoísta el amor,
o el amor es solo egoísmo?
No concibo  posible no celarte
cuando la vida no es vida
sin el calor de tu vida.

No quiero gritar cuando grito
lamentos que no debería exhalar.

¿Hay egoísmo en amar,
o amar es solo egoísmo?
No puedo aceptar que tu aceptes,
no puedo sonreír,
ni siquiera dibujar una mueca.

No quiero llamarte cuando te llamo
ni decir palabras que debería callar.

¿Crees que el amor
está más allá de los celos?

Desgraciada de mi si no celaras
día y noche mi amor;
desgraciado de ti si no sintieras
que me muero de celos por el tuyo.

                                       
                Graciela Vera 

Ilustración, pintura de Laura Higgins Palmer

CELOS

CELOS

 


Cual alas veladas
por oscura ráfaga,
se extienden los celos
cubriéndome con su manto.
Extrañas, nefastas criaturas,
creciendo, emergiendo
desde las entrañas de mi ser.
Dolor, irremediable holocausto,
destructora, punzante agonía
que derrama el néctar del amor
en vana entrega que no será.
Celos, mucho más,
quizás menos,
tan solo caricias muertas.


                 Graciela Vera

AHORA

AHORA

 


Antes...
antes solo una sonrisa,
mueca repetida de tantos fracasos,
cúmulo de respuestas
a preguntas inexistentes,
apropiación de razones,
tonto pretexto de nuevos errores.

Antes...
antes solo un adiós,
la puerta que se golpea,
un pistillo cerrándose a la vida,
afuera la mentira que se compra,
dentro se oculta el dolor,
mentido orgasmo de ilusiones muertas.

Antes...
antes el orgullo de ser nada,
tan nada, hombre y mujer, nada,
solo marionetas en la soledad
buscando justificaciones,
extrayendo más soledad
de un todo que ya dejó de ser.

Ahora...
ahora aprendimos que somos dos,
palabras que se entrelazan
difuminando un nunca más,
y los ojos buscándose para creer,
mintiendo al olvido que acecha presentes,
ya, nunca más resucitarán los fantasmas.

       

               Graciela Vera

CLARO QUE LO SABÍAS

CLARO QUE LO SABÍAS

 

¿Sabías que el amor es
como un niño pequeñito?,
necesita de las caricias,
de las frases suavitas
y de los besos trémulos.
¿Sabías que para que sea eterno
el amor necesita palabras?,
sueños compartidos,
pensar dos en uno.
¿Sabías que el amor es
como la inmensidad del mar?.
Es profundo, brillando
en la oscuridad del tiempo,
y en su silencio estrecha
mil colores, cien sonidos.
¿sabías que el amor necesita,
palabras tiernas,
sueños de vida,
silencios de besos,
tu confianza en mi entrega,
la mía en tu cariño,
hacer de dos corazones
un solo, estridente latido?
Dar... compartir...entregar...
¿Lo sabías?.
¡Claro que lo sabías,
si tú me enseñaste a amar!.


                                 
             Graciela Vera

CAMINANDO

 

Caminando,
mi mano escondida en la tuya
como  en tantos paseos realizados,
iguales, pero siempre diferentes,
me dijiste al oído un te quiero,
igual, tan distinto al anterior.
Me estremezco y tiemblo emocionada.


Graciela Vera

ALAS NEGRAS

ALAS NEGRAS

 

Extendió sus alas
más negras que las del  tordo
buscando cubrir
con lúgubre manto
el lecho de nuestro amor.
Entró, tendiendo cual tentáculos
sombríos brazos atrayéndote,
impulsándote hacia derroteros
de escarpados caminos,
mitológica venganza
en moderna cibermagia,
como Aoife arrancó a Lir
el preciado amor de sus hijos,
cual astuta Medea conquistando a Jasón,
Xelena llega desde las sombras
acechando, como hembra en celo,
la dicha que un día me regalaste.

        Graciela Vera

AROMA A CAFÉ

AROMA A CAFÉ

Aroma a café,
voces,
un bar,
una ventana,
el sol, tímido,

veo pasar a otros,
hombres y mujeres,
cada uno con su sueño.

Se enfría el café,
amargo para el paladar,
dulzón a los sentido,
risas,
conversaciones ajenas,
marco indefinido
de pensamientos.
recuerdos de hoy,
de ayer y de mañana.

Estoy sola en el bar
rodeada de ti,
impregnada de tu amor.
el café sabe a ayeres,
solo quiero mañanas
continuando este hoy.

No hay ya ayeres,
las papilas saborean
el gusto amargo-dulzón,
nuevo,
de mañanas aguardándote,
de espinas que ya no son. 

          Graciela Vera

Ilustración: pintura  'Mujer bebiendo café' de Gizem Saka

AMARRADA

AMARRADA

 

Estoy amarrada
a tu cuerpo
por los nudos recios
de tus manos.
Cedria que nos une
piel contra piel
apretando el abrazo
en excelsa espera.


          Graciela Vera

 

Ilustración: 'sogas' de Susana Beibe

 

MIS DOS PATRIAS

 


Éstas son mis dos patrias,
mis dos querencias,
mi orgullo de ser emigrante e inmigrante,
yo soy uruguaya y de ello estaré siempre orgullosa,
yo soy española porque aquí tengo mi vida,
un día nací en un país llamado Uruguay,
otro día nací en un país llamado España,
siempre nací en un planeta llamado Tierra..
                                        

            Graciela Vera

BAGDAD DOS AÑOS DESPUÉS

BAGDAD DOS AÑOS DESPUÉS

 

Tengo los ojos cansados de oír
en el silencio de las imágenes,
los gritos callados de los que ya no están.
Tengo las manos doloridas
de silenciar la voz que suplica
clamando desde las entrañas.
Hiel y sangre removidas,
con asco, con impotencia,
en orgásmico desamparo.
Aberrantes las sílabas suman cadáveres,
buitres, monstruos y presidentes 
invitados al banquete sacramental.
Se celebra el malparido advenimiento,
de otro cargamento de muerte.
Cuerpos desgarrados se revuelven,
sangre y excrementos adolecen de diferencias;
tengo la lengua sucia de tanto ver
el sonido de los que callan.
Amarga la garganta se seca
y los ojos lloran aguas purulentas.
Desde debajo de su túnica
las mujeres expulsan monstruos,
proféticas aberraciones, ¡hecatombe!
un siglo, mil años, la eternidad que muere;
explosionan los soles y ríe el jefe
entre estrellas y barras color sangre,
chorrea plasma entre los lechos,
corren los flujos entre los muertos.
Ostracismo de verdades,
la noticia rebota en titulares
y la información se escurre por las cloacas
expulsada en olorosa descarga.
Bagdad se muere sin inocentes que lo lamenten,
gimoteando se retuerce la humanidad
y en el mundo, todos culpables.

                      Graciela Vera

VIRGEN DEL MAR

VIRGEN DEL MAR

Las olas acunaron tu sueño
de horizontes y profundidades,
reina andaluza de moreno rostro,
Del Mar y desde el mar llegaste,
inmigrante en tierra de emigrantes,
Madre de Dios,
desde la Alcazaba a las salinas del Cabo
tus hijos elevan sus plegarias,
tarantos y peteneras,
lluvia de flores a tus pies,
Virgen de espumas y corales
acoge bajo tu manto
a quienes vienen a tu Almería,
tú que conoces de viajes,
de arraigos y de esperanzas.

            Graciela Vera

EL CAMINO

EL CAMINO

 

     

Irreverente con los sueños,
perdido en la memoria
de quienes nunca volvieron,
esclavizas las ilusiones
que un día amarraste al azar.
Te haces laberinto
para los apresurados orates,
caminantes de la vida
perdidos en zarandajas,
y te prolongas impiamente,
desbocado ante las ideas,
confluyendo, obtuso e irreflexivo
en la infinitud irreal,
siempre más allá,
después de la última curva.

             Graciela Vera