OFRENDA
Ofrendándome el oro y el platino,
engastados con engarzaduras de rubíes,
así me recibió España,
la tuya, la de vosotros.
Cuál dádivas inalcazables,
al plegar sus alas el mensajero
el neón fue sustituto implacable de la joya.
Preseas que escaparon de mis manos
mucho antes de intentar asir
las alhajas refulgentes conque España,
la tuya, la vuestra, la mía, la nuestra,
me brindara su grandeza, cuando aún
no hollara su suelo generoso con mi pie.
Presentes de diamantes y esmeraldas
que guardo por siempre en mis retinas,
junto a la sublime sensación
de las esencias de la 'Castiella' del descubrimiento
allí, donde no existían las realidades de mercurio,
donde la grandeza de una estirpe
forjó tu mundo y nuestro encuentro.
Graciela Vera
0 comentarios