DEFENSA DE LA YE
Dice mi ‘marío’ que aquí,
donde no dan ni una ‘chica’
por los sudacas llegados,
su ‘muhé’ –esa soy yo-,
debe ‘mejorá’ su dialecto
utilizando de las palabras
solo las más selectas,
que no es lo mismo
cuando de idiomas hablamos
el uruguayo que el español.
Y yo que aprendí
que ‘ciudá’ termina en dad,
que el vino ‘rosao’ es el rosado
y que si soy ‘quería’
debería ser querida,
desespero por decirle
que no entiendo lo que hablan
andaluces y gallegos.
Parece mentira
que de tal jerga se jacten
y no sepan recrear
los sonidos de nuestro ‘buen hablar’.
Dice –mi ‘marío’- que digo ‘che’
cuando pronuncio ‘ye’
y por un supuesto bien hablar
cercenar pretende
mi querida ‘yorugués’.
No encuentro como disfrutar
ante tanto requisito,
del cosquilleo que produce la ye
cuando escapa rozando el paladar,
casi provocando un orgasmo nasal.
Y al no encontrar orientales
de uruguayos pagos,
busco consuelo a la pena
de sentir tan castrado y denotado
tan delicioso sonido.
Que resulta muy querida la ye
-tan querida señores, tanto,
como la españolísima eñe-.
Vean como el paladar se excita
solo de esperar su suave caricia,
procuro hallar quién lo entienda
y encuentro en hermanos argentinos,
-que no es América toda la misma-
que la ye sigue sonando igual
que en los pagos rioplatenses;
muy distinta a la tímida elle.
Unidos hacemos público
un manifiesto peculiar:
pedimos paciencia y tolerancia,
para con nuestra amada ye.
Seguro que el español tan respetuoso,
a nuestra jerga se acostumbrará
antes o después –no importa-,
que nuestros oídos logren hacerlo,
al sonido que logran extraer
a esa hache que yo creía no sonaba
y aquí la aspiran los vecinos
que llegan de la comarca,
provocando tal ronquido
y demostrando en el acto su habilidad
para no atragantarse con la lengua.
Digo yo – es para pensarlo-,
si vine a España
porque no era país gringo
y me cuesta entender lo que hablan,
que aquí el castellano se dificulta,
más que el inglés y el francés
y casi tanto como el alemán,
resulta entonces que al final
nos es más fácil entender a un tano.
¡Señores!
Antes de rechazar lo ajeno,
en pagos de ‘variedá’
¡Enseñad a modular!
que en la España de Cervantes
en cada villa,
pueblo o “ciudá”
al pobrecito castellano
martirizan sin “piedá”.
Graciela Vera
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