LA LEYENDA
por Graciela Vera
La primera vez que arribó a la ciudad le habían advertido que la tradición decía que todo aquel que cruzaba el viejo puente de hierro regresaba.... siempre regresaba. En ese momento no sabía que el lugar tendería sus atractivos como una telaraña que le impediría alejarse por mucho tiempo.
Carmelo, con la calma propia de las poblaciones del interior de nuestro país y la inquietud de una pequeña ciudad que vive a la sombra y el influjo de Buenos Aires puede atrapar a un visitante desprevenido. Pocos lugares tan acogedores... el arroyo... las cientos de embarcaciones que durante los meses de verano la transforma en una colonia argentina flotante... el nacimiento del río como mar... los atardeceres con las parejas de enamorados caminando por la playa.
Había ido para cubrir una suplencia de tres meses y se quedó veintiocho años. Se enamoró, se casó, tuvo hijos que a su vez se enamoraron, se casaron y le dieron nietos. Una vida en la que construyó un castillo de cristal donde todo era perfecto. Un palacio que, sin comprender aún como, se había desintegrado entre sus manos cuando el compañero de los últimos veinticinco años no regresó.
Ella había creído en la leyenda... el que cruza el puente siempre regresa... y lo había esperado..., había sido un viaje de negocios, traslado en ómnibus hasta Montevideo y desde Carrasco a Santiago.... menos de tres días de ausencia que se transformaron en semanas y las semanas en meses y éstos en años. Lo había esperado con un último sentimiento de esperanza... de hacerle una trampa a la realidad y cambiarla; aún lo esperaba... y lo seguiría esperando durante el resto de su vida a pesar de aquel telegrama, aquel pedazo de papel impersonal, que dio por tierra con la leyenda y cayó, arrugado al piso después de ser leído: “Lamentamos tener que comunicarle que el avión en que viajaba su esposo sufrió un accidente al despegar del aeropuerto de Valdivia. No hay sobrevivientes”.
Cruzó el puente,... se quedó,... se enamoró,... tuvo hijos,... sus hijos se enamoraron,.... le dieron nietos,.... y ahora estaba sola.... tan sola como puede estar alguien que ya no cree en leyendas.
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