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LETRAS VS PALABRAS - El weblog de Graciela

LA MASCOTA

LA MASCOTA

              por Graciela Vera


Cerró la puerta y se encaminó sin vacilar hacia el ascensor. Sin lágrimas... había pensado que iba a llorar, no fue así, sus pupilas permanecían tan secas como su boca. Intentó sonreír a la simpática anciana ocupada en reprender a su perro de aguas pero solo logró un ridículo movimiento de labios. Cuando llegó a la planta baja no había escuchado ninguna de las palabras con las que la mujer había desarrollado un espontáneo monólogo sobre el tiempo, demasiado fresco para esta época del año, el cuidado de su mascota y el deterioro de la alfombra del palier.

Estaba consciente de que no volvería. Hacía tres años había cruzado por primera vez la puerta doble de hierro preguntando por un apartamento ofertado en alquiler. Joaquín, el portero, una persona que conocía los pormenores de la vida de cada uno de los inquilinos le había mostrado las dos habitaciones, cocina y baño ubicadas en un contrafrente que entonces le había parecido el sitio ideal para esconder su gran amor. Tranquilo, un décimo piso lejos del ruido de la calle; sin vecinos curioseando por ventanas indiscretas, incluso su anterior inquilino había dejado varias macetas en el balcón interior que, con un poco de trabajo convertiría en su jardín,  ... inmediatamente decidió aceptarlo,  estaba segura que a Oscar también le parecería el lugar ideal para disfrutar el mutuo descubrimiento de su pasión.

Tres años en los que cada semana puso algo nuevo para hacer más cálido, más íntimo su refugio. Oscar llegaba a Maldonado invariablemente los viernes a media tarde y se iba los lunes de mañana. Una combinación perfecta, ella salía de la escuela de párvulos poco después de mediodía para no tener que regresar hasta la mañana del lunes. Esos fines de semana no volvía a su casa en San Carlos, tomaba directamente el ómnibus que la llevaba hasta la terminal fernandina para esperarlo. Un gerente de una importante multinacional puede darse algunos lujos y uno de ellos había sido durante los tres últimos años, el de encargar a su secretaria resolver toda la actividad de las últimas horas del viernes para disfrutar de un fin de semana más largo.  Dejaba el coche en un estacionamiento de la calle Dante... ahora le cambiaron el nombre pero no importa, para la generación actual seguirá  llevando el nombre del ilustre florentino. Un viaje de dos horas y....

Invariablemente Mónica llegaba quince minutos antes... siempre ansiosa... siempre temerosa  de que Oscar hubiera decidido no viajar ese fin de semana. En tres años solamente en cuatro ocasiones uno de los dos faltó a la cita. Curiosamente las culpas se dividieron en partidas iguales. Dos veces Oscar fue retenido por negocios impostergables. Mónica tuvo un fin de semana que viajar con sus alumnos a Paysandú... el viaje de fin de cursos. Fue el primer año, luego se las ingenió para convencer a todos, chicos y padres, que era mejor hacer el paseo un día ente semana.  La otra vez fue la gripe quién les impidió encontrarse.... Pocas horas de soledad forzada para tantas de increíble amor.

Se habían visto por primera vez  en un bar de Gorlero. Ella, una maestra conocida en el departamento por su actividad al frente de distintos emprendimientos culturales, él un empresario de éxito en el mundo de los negocios, casado y padre de tres hijos. Una relación llamada a terminar antes de empezar o, como había ocurrido, a vivir oculta entre cuatro paredes. Habían decidido que necesitaban un lugar para ello. Los hoteles eran demasiado impersonales... demasiado peligrosos a sentir de ambos. Cualquier conocido podía tropezar en la puerta con la señorita Mónica, como le llamaban sus alumnos,.... cualquier conocido podía encontrarse cara a cara con Oscar y una mujer que no era su esposa.

Recordó el primer encuentro. Había ido a ver una exposición de pinturas de Páez Vilaró. A la salida un grupo de conocidos habían ido a tomar un café. También n había ido Oscar acompañado por aquella mujer... su mujer...; un amigo común los presentó y fue entonces que sucedió. Algo que pasó desapercibido a quienes los rodeaban pero que hizo que el contacto de sus manos fuera presagio del fuego que habría de devorarlos durante las semanas siguientes. No volvieron a verse hasta pasado un mes, y sin embargo ambos estaban seguros de haberse trasmitido mutuamente el deseo de estar juntos.

Nunca le preguntó con que pretexto viajaba todos los fines de semana.  No quiso saberlo, en la fragilidad de su relación prefirió ignorarlo. Mónica no dejó que sus sentimientos la engañaran y en lo más recóndito de su ser sabía que no había futuro para ese cariño que la devoraba. Es que el amor cuando se lo amordaza mucho se muere, y Oscar no podía dejar gritar a su corazón.

La idolatraba pero ello no impedía que un sudor frío le cubriera la frente cada vez que se creía descubierto en su relación con Mónica. Para ella era el tener que ocultar la felicidad de estar enamorada. A los cuarenta años una mujer no puede cometer ciertas locuras... y si es una maestra de escuela ni siquiera pensarlo. ¡Dios, como hubiera deseado pasear por las calles del pueblo del brazo de aquel hombre! En cambio aceptó ocultarse en aquel departamentito...  No le había importado... su amor no era egoísta y era demasiado....

Recordó aquella noche en que habían salido a cenar. Acababan de ocupar una mesa, discreta en un rincón de un restaurante también discreto. Miraba las luces del puerto y el movimiento sereno de las embarcaciones cuando escuchó su nombre. Levantó la vista y se encontró con el director de la escuela acompañado por su esposa y otras dos personas de la localidad. Presentó a Oscar como un amigo que visitaba Punta del Este pero estaba segura... la curiosidad puesta de manifiesto por su superior en los días sucesivos se lo corroboraron; no lo habían creído. Por supuesto que la imaginación de aquellas personas no llegaba a visualizar la pasión que enredaba sus cuerpos cuando se encontraban seguros en la intimidad de.... ¿qué era?... ¿qué fue? ...¿un refugio? ... ¿un hogar?.... ¿un lugar donde hacer el amor?....   su refugio... su hogar.... su amor....; ¿sólo suyo?.... ¿fue lo mismo para Oscar?.... lo esperó cada viernes de agosto y lo esperó cada sábado. Después comenzó a desesperar rondando alrededor del teléfono... esperó en vano una llamada... esperó en vano cada viernes de setiembre... cien veces intentó llamar a su oficina y cien veces colgó el tubo antes de dar lugar a que le respondieran.... El primer viernes de noviembre se decidió.

Había estado aguardando un milagro que no llegó... eran las ocho de la noche cuando abandonó la Terminal... caminó.... había comenzado a lloviznar... una brisa fresca para la época la hizo estremecer.... cuando llegó estaba empapada, recordó otro paseo bajo la lluvia... entonces estaba con él... habían salido temprano y no hicieron caso a los nubarrones que presagiaban chaparrones. Era verano y no les importó mojarse... la playa estaba desierta y se habían hecho el amor escondidos entre los médanos... mojándose y riéndose... riendo y gozando...

Habían sido tres años, quizás demasiados para mantener vivo un amor entre cuatro paredes. Introdujo la llave en la cerradura y abrió la puerta de hierro... no le gustó el color... nunca le había gustado aquel negro descolorido y sin embargo no le había importado hasta ese momento. Llamó el ascensor y llegó a las nubes, como a él le gustaba decir cada vez que recorrían el trayecto... muy serios y conspicuos si alguien más utilizaba el elevador en ese momento... entre besos y caricias si lo hacían solos. Entró a un sitio que le pareció desconocido... frío... recorrió con la mirada cada rincón de las habitaciones. Se sentó al borde de la cama sintiendo que unos lazos invisibles la atrapaban... cerró los ojos y se vio rodando sobre las sábanas rosadas entre los brazos de él... sintió su boca rozando su cuello, buscando sus pechos... se sintió transportar al éxtasis y lloró... lloró por aquel amor que siempre había sabido algún día iba a perder.... lloró por su cariño, por todo aquel inmenso manantial de caricias que ya no tendría en quién volcar...

Cuando llegó a planta baja entregó la llave del apartamento a Joaquín pidiéndole que lo alquilara... con muebles, con todo... quiso decirle,  pedirle que buscara un inquilino que cuidara su jardín pero no pudo.... Yo la llamo cuando tenga algo, le gritó Joaquín mientras ella hacía una seña que podía interpretarse como un adiós... tomó el ómnibus hacia San Carlos.... cerró los ojos, quiso revivir otros momentos felices con Oscar pero no alcanzó a verlos con nitidez... como en una nebulosa iba envolviendo los recuerdos mientras su mente dibujaba su propia imagen, la imagen de una maestra solterona paseando su perro y hablando del tiempo...., de la alfombra del palier, temas que en realidad a nadie importaría y que nadie escucharía pero que mitigarían su soledad....;

El viernes siguiente no volvió a la Terminal... fue hasta la casa de mascotas y compró un caniche blanco.... se dirigió a la plaza donde se sentó en un banco en el que dos jóvenes vivían su amor adolescente... comenzó a explicarles que se trataba de una raza muy recomendada para compañía, pero estaba segura que no la habían ni siquiera escuchado. Miró a la muchacha y pensó que algún día quizás ella también estaría sola y entonces..... también compraría una mascota.

Ilustración: 'Mascota' pintura de E. Márquez

 

LA TÍA NICANORA

LA TÍA NICANORA

     por Graciela Vera


Nica había sido desde su nacimiento, varios años después que sus otros hermanos, un continuo motivo de desvelos para mis abuelos.

No había sido un embarazo tranquilo para mi abuela. Ella que había tenido ya siete hijos se había visto obligada a guardar cama durante casi la mitad de la gestación y el parto por poco le quita la vida, pero por entonces, aquella criatura de cabellos endemoniadamente cobrizos recién comenzaba a hacer sentir sus reclamos.

Fue bautizada como Nicanora y, como bien decía el abuelo, solamente el cura pronunció en aquel acto su nombre porque desde siempre se le llamó Nica.

Y Nica conoció en carne propia todos los males propios de los niños, y cuando la lista de enfermedades parecía agotarse ella se ocupaba de mantener la atención de los médicos. Su temperamento inquieto siempre estaba buscando el peligro que se traducía en golpes, fracturas y todo tipo de lesiones, inevitables a pesar de la permanente atención de toda la familia que no era suficiente para evitar las diabluras de la chiquilla. Colgada de una rama del nogal del fondo de la casa agitaba sus bracitos para caer poco después ante la desesperación de quienes habían corrido procurando evitar el accidente, o, deslizándose por la baranda de la escalera encontraba, inevitablemente, el  choque contra el piso de la sala.

Cuando Nica creció y cumplió sus catorce años la abuela había suspirado aliviada creyendo que, casi una señorita, las travesuras y sus consecuencias terminarían,  pero no fue así. La desazón ganó a todos cuando, muy suelta de cuerpo “el diablillo rojo” como la había bautizado familiarmente el abuelo, comunicó a la familia reunida que estaba decidida a convertirse en piloto de avión.

Y lo hizo. La tía Nica fue una de las pioneras en ese campo pero, no contenta con esto, y aduciendo que el país no le brindaba oportunidades en su profesión, un día le dio un beso a cada uno de sus hermanos, a sus sobrinos, abrazó con inmenso cariño a los abuelos y partió.

Sus cartas hablaban de proyectos que demoraban en concretarse. Después supimos que estaba volando en una compañía de carga aérea que transportaba provisiones para grupos mineros en plena selva amazónica. La familia perdió contacto con Nica durante muchos años. Esto no fue más que otro motivo de inquietud para los abuelos.

Nadie supo donde encontrar a Nica para avisarle que, primero el abuelo y casi siguiéndolo como siempre había hecho en vida, la abuela, habían decidido abandonar este mundo.

Los sobrinos crecimos. Formamos nuestros hogares. Dijimos adiós a nuestros padres y, casi olvidamos a la tía Nica... hasta hace un mes... cuando una llamada desde el extranjero nos citó a un estudio jurídico de Manaos donde estaba depositado su testamento.

Tía Nica  vivió sus últimos años acompañada de decenas de hijos. Hijos que no eran de su sangre pero a los que ella había querido como madre. Niños que iba recogiendo de las aldeas que visitaba, entre viaje y viaje al centro de la selva.

Había ganado mucho dinero con su avión. Algunas malas lenguas decían que sus ganancias se debían a un tráfico ilegal de diamantes, pero si esto era cierto a nadie le parecía importar porque lo que recordaban todos en el lugar era la obra magnífica de “la mamma”.

Sus primeros “hijos” ya eran hombres y mujeres con hogares formados pero los últimos, los que había recogido cuando ya sus fuerzas comenzaban a decaer, esos eran nuestra herencia: lo que tía Nica nos había legado en su testamento y que, de haber estado vivos los abuelos hubiera sido otro motivo de desvelos.

La vida de Tía Nica había estado en un constante riesgo desde antes de nacer, quizás por eso había amado tanto al peligro pero, esencialmente había creído en la vida. Sus sobrinos, que apenas recordamos la endiablada cabellera cobriza que nunca tuvimos oportunidad de ver encanecer habíamos heredado aquellos seres  de ojos enormes y asustados.

Tan asustados como estábamos nosotros hasta que uno de los pequeños se acercó con una canasta de huevos que, antes de morir la tía Nica le había encargado nos entregara.  Gesto que no comprendimos hasta que, retirando los huevos que formaban la capa superior descubrimos cinco diamantes de enorme valor.

Los diamantes de la tía Nica, los que le habían permitido llevar adelante su obra de bien y nos daban la oportunidad de continuarla. Cuando dejamos instalados a los niños de mamá Nica en un moderno orfelinato asegurando su sustento y educación hasta que fueran mayores, en nuestro poder quedan aún tres piedras  que al mirarlas nos hacen guiños como si a través de ellas, la inquieta de la familia se estuviera riendo de nosotros.

Ilustración: 'Mujer antigua' de la pintora Susana Rovo

 

LOS MIEDOS DE ADRIÁN

LOS MIEDOS DE ADRIÁN

           por Graciela Vera


No supo cuando habían comenzado sus temores. Quizás tan recientemente que no tuvo tiempo de darse cuenta que le iban atenazando los miembros durante el viaje hacia la clínica. Primero fueron los brazos que parecían pegados al cuerpo, después las piernas que se negaban tercamente a adelantarse una a la otra.

Miró el amplio jardín, un perfume dulzón, demasiado pegajoso, escapaba de las madreselvas en tanto que las margaritas formaban apiñados racimos. Instintivamente cortó una flor y recordó. Hacía ya medio año que había recorrido por primera vez aquel jardín llevando a Esther del brazo. Los médicos habían aconsejado aquel lugar para que sus nervios se repusieran totalmente después del accidente.

Era la primera vez en casi cuarenta años que se separaban. Se conocían desde niños. Sus familias habían vivido en el mismo barrio, fueron juntos a la escuela, siguieron los mismos estudios, se ennoviaron y se casaron. Algo que a nadie extrañó porque resultaba obvio para todos, una unión que podía demorar más o menos en el tiempo pero que se daba por un hecho.

Abrieron juntos un estudio notarial y juntos trabajaron incluso cuando Esther, a días de dar a luz se sentaba ante la amplia mesa a discutir los casos de los que se habían hecho cargo. La fama de Martins & Zingred había crecido como creció la familia. La pequeña casa quedó chica y se mudaron a un barrio residencial. Viajaron porque a ambos les gustaba conocer nuevas culturas. Adrián recordó lo felices que habían sido y ni siquiera cuando lo de la vendedora del shopping había dejado de adorar a su esposa. Aquello no había sido mas que una aventura de una semana, un desliz que justificaba como un momento en el que todo hombre necesita sentir que aún puede conquistar a una mujer más joven. El amor por Esther estaba demasiado seguro como para aún hacerlo vibrar de pasión pero el cariño que se profesaban era tan firme como el primer día.

Después vino lo del accidente. Un ciclista que salió de la noche sin luces ni nada que permitiera visualizarlo. El viaje había sido largo y el había cedido el puesto de conductor. Esther trató de frenar a último momento pero su intento fue inútil. El hombre murió en el acto. Si había culpables había sido su imprudencia. Un número más para las estadísticas. El no se dio cuenta al principio. Los días pasaron demasiado rápido tras os sucesos y no tuvo tiempo de observar el cambio. Solo cuando notó las ausencias de Esther, sus silencios cada vez más extensos consideró oportuno consultar  con  un especialista.

Durante seis meses había visitado todos los domingos aquel jardín al principio si notar mejorías, sólo en las últimas semanas una sonrisa desganada lo recibía como obligada pero el miércoles había recibido una llamada que había cambiado todo. Su esposa lo espera para que la lleve de regreso a su casa le había dicho la enfermera. Habló con los médicos, le asesoraron como atenderla y allí estaba dejando crecer en él todos los miedos que habían sido de Esther y que el no supo que también los poseía.

Adrián temía a los fantasmas de aquella noche. A los silencios de Esther, a la sonrisa desganada de sus labios. Realizó un esfuerzo para acercarse a la mujer que lo esperaba y de pronto ya no tuvo temores... Los ojos que lo miraban volvían a ser los que durante toda una vida le había infundido el valor suficiente para vencer sus miedos. Se acercó y casi torpemente extendió la mano en la que una margarita ocultaba entre sus pétalos un último sentimiento de temor. Recordó el tiempo en que iban a la escuela, recordó a los adolescentes novios, los hijos y los nietos y, tomando a su mujer de la mano olvidó por siempre los miedos.

NADA

NADA

     por Graciela Vera

No me di cuenta. No sentí pasar la vida y ahora me encuentro con un puñado de nada.
 
Una nada que duele como el viento helado de junio cuando sube por la nariz y se incrusta entre los ojos.

Una nada que resbala como el agua cuando tratamos de detenerla con las manos.

Una nada rebelde como las lágrimas. Una nada imposible de contener, en su aluvión gigantesco que parece consumir todo a su paso.

Nada hay de los recuerdos de ayer.

Nada encuentro en los recuerdos del mañana.

La nada del hoy sofocándome, quitándome el aire, llevándome hacia la nada del infinito, envolviéndome en un remolino de nada que atrae otras nadas.

Ilustración: 'Mujer y Cruz', pintura de Clara  Belanzaurán

NOVIA

NOVIA

            por Graciela Vera


Los pasos cortos la llevan rápidamente hacia la felicidad. La música parece envolverla invitándola avanzar flotando en una nube. Ve rostros que reconoce sin poder decir los nombres a que pertenecen. Sus amigas. Sus hermanos. Los abuelos, sus padres, los tíos y los primos. Caras sonrientes ante las que quisiera detenerse y decirles que en realidad no quiere ir tan de prisa,  que así como desea llegar al final del camino desea también detenerse un poquito más en esa inconsciente adolescencia que se le escapa a media que avanza. Que quisiera más tiempo para  recrearse en esa casi niña que va quedando atrás con cada paso porque al final la espera otra forma de ser feliz y esa  felicidad la transformará en mujer.
Porque el sueño se hace realidad demasiado rápido y mañana tal vez ya no caminará entre nubes de azahares y la mujer ya no será novia... será esposa al final de un camino en el que la búsqueda de la dicha –entonces lo sabrá-  nunca termina.

PECADO

PECADO

         por Graciela Vera

Al despertar se encontró, enredados los cuerpos, la pasión viva, aún no extinguida.
Habían hecho el amor, disfrutando cada momento, explorándose lentamente para terminar en un frenesí de sudor y jadeos.
Se movió con cuidado para no despertar al hombre que había transformado su vida en los últimos meses.
Horas robadas en las que había discurrido entre el éxtasis y el miedo.
¿Por qué recónditos caminos se llega al goce supremo?
¿Cuál sería el castigo para aquella culpa? Porque era consciente que estaban en pecado.... no importaba.... se amaban aunque no pudieran gritarlo a los vientos... se amaban más allá de  las hipocresías y sin oír las retóricas de quienes nunca comprenderían que dos personas pueden amarse sin importar quienes, o que  son.
Cruzó la habitación en penumbras... Carlos se movió en el lecho, satisfecho del reciente placer... Habían rodado en la cama, enlazados en una orgía de consentimiento mutuo hacia el sexo prohibido.... Mientras se duchaba, por la puerta entreabierta del baño lo observó  levantarse y encender un cigarrillo.... lo tomaba con ese gesto que le había llamado la atención la primera vez que lo vio..... Se secó despacio, la toalla afelpada acariciaba su cuerpo produciéndole sensaciones inexplicables... Nunca diría que se había satisfecho del  todo su apetito carnal... deseaba escapar del mundo y volver al lecho estirando los brazos para recibir en ellos el cuerpo atlético de aquel hombre... No podía... Ya es demasiado tarde... Termina de vestirse.... Busca su cuello clerical  y sale corriendo.... Hoy llegará tarde para celebrar la misa de las seis.

S.O.S

S.O.S


          por Graciela Vera

 Llegó a la dirección que le habían dado y dudó antes de llamar. La Luciana le había dicho que allí ayudaban a las mujeres maltratadas. Ella misma había ido una vez cuando el José le había dado aquella paliza cuando la borrachera de fin de año, pero era distinto... la Luciana tenía las marcas de los golpes y patadas del bruto pero ella nunca  había recibido ni un asomo de castigo físico por parte de su marido. Es más, este proclamaba a quién quisiera oírlo que él la adoraba..., que le daba todo para hacerla sentir feliz..., todo menos lo más importante, todo menos comprensión, menos compañerismo, menos apoyo. Ese apoyo que tantas veces necesitó cuando anduvo a los tropezones y que nunca tuvo.

 Eran muchos años de casada para tirar todo debajo de un manotón..., todos se lo decían... ¿quiénes eran todos?... Nadie podía comprender lo que estaba sintiendo... eran muchos años de sentirse sola,... de sentirse usada...., eran muchos años de llorar a escondidas y ahora, ahora que lloraba en público nadie parecía ver su dolor....

 Los hijos se habían hecho hombres. Ya no necesitaban de su sacrificio para darles un hogar supuestamente normal. ¿qué es un hogar normal?. ¿qué es normal en una pareja?... Hablar... ¿de qué cuando no hay temas de interés común?....

 Las palabras se habían ahogado en un mar de soledad... Se puede estar rodeada de personas y estar sola. Se puede tener sueños y verlos morir uno a uno porque no son comprendidos. Se puede ambicionar mucho para una, para los hijos, para la familia y terminar hocicando en la mediocridad de la costumbre.

 La soledad se había impregnado tanto en su piel que ya era imposible arrancarla. Habían momentos en que dolía más. Eran los que quedaban grabados en la memoria. Los que arrancaban lágrimas de impotencia... Los hijos... como dolía aún la soledad de casi veinte años atrás cuado nació el más pequeño. Los hijos se sueñan, o deberían soñarse entre dos. Estaba sola cuando nació. Sola con extraños. Sola con una partera y una enfermera que después del parto la dejaron sola. Claro que pudo disfrutar de la nena toda la noche en una comunión que no volvería a darse pero ella necesitaba decir “es nuestra” y solo podía decir “es mía”. Quizás esa fue la soledad que más dolió. Hubieron otras en las que el miedo se hizo más grande porque no había con quien compartirlo. Cáncer... ¡cuánta soledad mientras enfrentó sola la espera del diagnóstico!.  Ni siquiera cuando todo salió bien hubo con quien compartir la alegría.

 La soledad también tiene un límite en la vida de todo ser humano y sabía que aún no llegaba a él. Había decidido que se iba de la casa. ¿y eso significaba la vida sin los hijos..., la vida sin los seres más queridos?... Más soledad...., Hay cosas que la sociedad aún no perdona y es que una esposa abandone su hogar  sin motivos aparentes ¿sin motivos?...

 Hasta ahora no lo había notado pero tenía cicatrices como la Luciana. Más hondas, más dolorosas, infligidas sin descanso durante años pero eran tan suyas que no podía mostrarlas... estaban en su alma... eran heridas producidas por látigos que habían cincelado aquella caparazón en la que se había escondido durante toda una vida hasta que un día, no sabe como, porque no tuvo intención de dejar que sucediera, la caparazón se rompió y ya no pudo seguir fingiendo. Fue el día que todos creyeron que había perdido la razón... Siempre con sus locuras, decían unos. Debe ser un gualicho, opinaban otros. Ya se le va a pasar, son cosas de la edad....

 S.O.S., un llamado de auxilio. S.O.S. un lugar de apoyo a la mujer... golpeó la puerta...no, aún no podía contar a extraños cuanto oprimía su soledad... quiso retroceder... ya no.... Si, me llamo María Luisa,... tengo tiempo libre y quisiera ayudar a mujeres que se sientan solas.... creo que las puedo comprender... me haría bien a mi también.

 

SONATA PARA DOS


        por Graciela Vera


El recuerdo de aquellos encuentros furtivos, de aquellos besos arrancados a la desesperación de no pertenecerse era lo que él se llevaba después de cada visita y lo que ella atesoraba para soportar los meses que pasaría sin verlo.

 Te quiero, le había dicho la segunda vez que se vieron y ella se asustó porque supo que era verdad. Abrió su corazón para guardar la palabra e hizo nido el amor.

 Julio era viajante, recorría el país pasando tres o cuatro veces al año por cada localidad importante y una o dos por los pueblos más pequeños, como aquel, como el lugar en que ella vivía.

 Rita atendía el bar de su marido en la tarde. Después Justiano la suplantaba a la hora en que la clientela se hacía más pesada.

Julio llegó una tarde de verano en que el calor era agobiante. Conversaron. Hablaron tanto de uno y de la otra que cuando llegó la hora de retirarse el le dijo: es como si te conociera de toda la vida. Y también para ella lo fue.

 Esa noche se sorprendió pensando en el hombre al que había descubierto incluso sus sueños más íntimos. El se fue, volvió varios meses después y fue cuando le dijo que la amaba pero que no podía ofrecerle nada. Tenía mujer, hijos, una posición que no estaba dispuesto a perder.

 ¿Quién nos dice a quién debemos querer y cuando? Preguntó aquella noche Rita entre los brazos fuertes, cariñosos de Julio. El no supo responder y selló los labios amados con besos. Besos con sabor a interrogantes....

 .... Cuando yo venga... cuando tú tengas tiempo... mientras ambos soñemos...

TU MIEDO

TU MIEDO

         por Graciela Vera

Me llamaste y fui pero sentí el miedo aún antes de encontrarnos. Un miedo que no era mío. Un miedo que provenía de tus propios sentimientos. Que no tenía motivo porque nuestro acuerdo había sido claro desde el primer beso. ¿Te acuerdas? No quiero que ella se entere, dijiste entonces y yo consentí. Si lo nuestro podía significar que perdieras mujer e hijos yo aceptaba hacerme a un lado. Ambos estuvimos de acuerdo.

 No me importó entonces que el acuerdo que hacíamos doliera en lo más profundo. No me importaba ser: la otra, la que nunca podría dar la cara, si escondiendo este amor teníamos una oportunidad de dicha. Me importa, sí, tu miedo, porque produce un dolor mucho más intenso.

 ¿Cuándo comenzaste a tener miedo de nuestro amor?. Quizás cuando te saciaste de mis caricias. Trato de recordar el principio y te veo desafiando al mundo. Entonces no había temores; entonces me decías que me necesitabas. Entonces tus abrazos se confundían con las palabras y a mi no me importaba tener que ocultar al mundo que te quería porque me sabía deseada. Después.... cuando comenzó el miedo.... cuando los encuentros  se fueron transformando en un placer de sexo atenazando los sentimientos...; después... cuando comenzaste a hacerme el amor sin que mediaran voces de cariño.... cuando el miedo comenzó a imponerse al deseo...., después....ahora...., ahora sí me duele tu miedo porque lo siento más fuerte que tu voluntad.

 Voy a dejarte para que ella no se entere. No lo dijiste tú pero lo dijo tu miedo. Quizás aún no lo sepas pero lo vas a hacer. Me vas a dejar por temor. Porque tu miedo te exige que me dejes. Es el mismo miedo que se interpone entre los dos cuando hacemos el amor silenciando en tus labios las palabras de cariño.

 Miedos que nos impiden mostrar los sentimientos... tu miedo, tan distinto y tan igual al miedo que siento yo de perderte si susurro a tu oído que te quiero... si te digo que no me importa ser la otra si estás a mi lado pero que no soporto ese amor indiferente con que pretendes engañar a tu miedo para que nos permita un encuentro más, porque en lo más profundo de tu miedo queda aún una luz del sentimiento que nos acercó.

 

 

 

CLAMOR

CLAMOR

Eternos silencios
de amores dormidos,
deseos que aguardan
la caricia tardía;
Noches de espera,
días de vela,
cuando tu boca dice,
lo que tus labios callan.

No me prives de néctares,
regálame las mieles
siempre aguardadas;
insaciables los sentidos,
se hacen solícitos
al roce de tus manos,
a la palabra suave,
buscada, encontrada,
regalada a oídos ansiosos.

Esquiva mirada
hacia otros destinos,
ayeres que no callan,
mañanas sin hoy.
Rescatemos amor mío,
momentos, solo minutos,
volvamos a soñar
para siempre de a dos.

     

            Graciela Vera

CANTO AL AMOR

CANTO AL AMOR

 

Afrodita nos cobijó en sus brazos,
en nubes de tul arropó nuestras ilusiones.
Nos lleva al éxtasis, día a día,
placer supremo.
Nos arrullan Las Gracias, satisfechas,
al elevarnos al culmen del deseo compartido.
¡Desdichado quién no conocerá jamás
el arrebato desmedido!,
muy atrás los temores,
paroxismo de pasiones enhebrando quimeras,
dejando en cada suspiro gorjeos de ruiseñores.
Palabras siempre repetidas en quedo arrullo,
en nuestro mundo solo estamos, tú y yo.

                                           

                        Graciela Vera

ASÍ

ASÍ

El amor no arrulla,
poco sabe de historias,
extorsiona almas
reclamando el todo.

No comparte recuerdos,
fanfarrón iluso,
aprisiona presentes,
hebras de un sueño

El amor no agradece,
devora el tiempo
en ansias locas,
frenesí de placeres.

Escupe horas de desapego
bebiendo de su permanente lujuria,
desgarra las entrañas
exigiendo más y más.

No reclama caricias,
exige arrebatos,
libinidosa victoria
más allá de los sentidos.

Esperanzas embroncadas,
desaciertos y atinos,
el milagro clamando
por un nunca más.

              

      
           Graciela Vera

AQUEL MES DE JULIO

AQUEL MES DE JULIO

Para ti, hombre que me hizo sentir mujer; esposo que me hizo amante.
En el Hospital Torrecárdenas, a 1º de mayo del 2003 recordando otras
vivencias en un mes de julio del 2001. 
               

 Aquel mes de julio
de extrañas estrellas,
con tu mano siempre presta
a la caricia tan deseada;
de los ojos apretados
dejando escapar, en un rosario de sueños
la trémula promesa,
quiero arrancarlo del pasado,
y en este presente,
revivir la ilusión
de un mayo de malvones rojos,
de vientos del poniente
y de recuerdos que alertan al hoy.

Hagamos nuestra la vida
¡amor!... ¿recuerdas?...
Aguardando el alba
las palabras confesaron ilusiones;
resplandor de amaneceres
dejaron atrás aquellas noches
amigas de nuestras confidencias.
Ahuyentemos la permisividad
que adormece los sentimientos.

Escucha amor mi deseo,
añoro ¡bendito anhelo!
oír tu voz llamándome con ansias,

regalo de tu querer,
haciendo silencios a la bronca
y broncas a los infortunios,
uniéndonos en la semioscuridad
que hace cómplice los pasillos
e íntimos los momentos en compañía.

Aquel mes de julio
que reclama hoy su presencia
quiero inmolar soles
y rescatar primaveras.

                 tuya, Graciela


                           Graciela Vera

NO ME DEJES NUNCA

No me dejes nunca,
no es ruego
ni promesa arrebatada
en aras del cariño.

No me dejes nunca.
..............................
Cuando la noche se haga luz,
cuando de las sombras surja
en mil colores la eternidad,
más juntos que nunca,
tomados de la mano
emergeremos a la vida.

No me dejes nunca,
yo te prometo
que si primero me alejara,
no resignaré el quererte.

No me dejes nunca.
..............................
Cuando solo uno esté,
desde el cosmos infinito,
formará con el otro cortejo nupcial
que velará las noches
en que en célicos brazos arrulle
la cabeza que reposa serena.

No me dejes nunca, amor,
yo te prometo
ante el Señor de la perpetuidad,
que no te dejaré nunca.


     Graciela


No me dejes nunca, amor,
yo te juro
ante la grandeza del Dios de lo eterno,
que no te dejaré nunca jamás.

         Enrique

        Agosto 2001

CONTROVERSIA

CONTROVERSIA

 

Como inocente controversia,
en imposible aleación
amor y amar se separan
apenas unir los vocablos.

Lejana confulgencia
donde duermen los recuerdos;
silencioso, oculto cantil,
eclipse de conjeturas
escondidas tras cautelosa sentencia.

Los sueños son arrebatos
en la incertidumbre profana
que desnuda las ideas
y deja, de tanto amor
sin saber amar, a los amantes.


                         

           Graciela Vera

Ilustración 'Lovers', pintura de Slawec Gruca

SIN TEMOR

SIN TEMOR

El néctar impregnó mi paladar,
cual fruta de exótico sabor
absorbí la savia de tu ser,
golosa en alas del placer.

Sentí tus manos
acariciando mi espalda,
buscando mis escondrijos
cuando en fuente te volcaste.

Metamorfosis que me lleva,
en tus brazos, a ser Afrodita,
explorando el placer en la magnitud,
de incontenible torrente del amor.

No temo a inquisidores,
Eros bendice nuestra pasión,
no hay falsos tabúes ni patrañas
que tergiversen los momentos.

Músculo y sangre unidos
repitiendo el canto,
rogando de Hestia su protección
para juntos, nunca perdernos.



                       Graciela Vera

Ilustración: escultura 'los amantes' de Rodhin

ATURDIMIENTO

ATURDIMIENTO


Propincua providencia,
la vida aguarda,
los sueños, halados por el amor
entran en paradisíaco éxtasis.

Oímos la panegírica homilía
olvidando lo efímero del júbilo.
¿Es el regocijo de hoy el llanto de mañana?
¡No respondas amor!

Nuestro mundo es cual isla,
solitario, el río, flujo incontrolable
que nos mantiene sujetos.
marionetas en lujuriosa fusión.

Se aturde la mente
buscando resquicios para el recuerdo,
vil juego impuesto a los amantes,
induciendo a afligidos destinos.

Coloquio intrascendente
¿escuchas mi azarado disertar?
Tú entiendes de palabras calladas
y sabes responder a los silencios.



                         Graciela Vera
Ilustrado con pintura de René Magritte: 'Amantes' 

LUJURIA

LUJURIA

Mezcla de olores
obnubilando la mente.
Obligada adición de los sentidos.

Me emborracho con el almizcle
que emana de tu cuerpo,
confusión de cítricos y mieles.

Sin solapadas ideas
dejo excitar los deseos.
¡Evohé!, alegres bacantes aclamando.

Descienden torpemente las sombras
pretendiendo calmar la algazara.
Es nuestro el brindis. Rompamos las copas.

Dónde nosotros, nadie beberá.
Egoísmo insensato, espejismo
de noches de esotéricos desvaríos.

Sobre la profanada palia,
vencedora en lúbrico combate
destierro por siempre la hipocresía.

Es el evo que acapara
sueños en nanosegundos de eternidades.
Mis papilas liban tu piel.

Absurda idea, belleza de lo prohibido,
la saliva y el sudor en arcaica promiscuidad.
Saboreo la mixtura de los dioses.

Sordos a la caricia
descansan los músculos, ansiosa espera,
exigen tributo al placer.

Estuosos, los cuerpos recrean
el eufénico libreto,
repetido axioma, epístola para dos.



Graciela Vera
Ilustración: Fotografía titulada 'Lujuria'
autora Lolelei

PROHIBIDO

PROHIBIDO

 

 

 Las paredes se hacen cómplices,
teñidos de sombras
se alargan los sueños,
en el suspiro de un abrazo.

Se expande en el ambiente,
almizcle, sudor y Givenchy,
feromonas diseminadas en el aire,
pretexto para evadirse del sueño.

                    

                   Graciela Vera

Ilustración: pintura 'Amor' de Diego Manuel 

BUSQUÉ

BUSQUÉ


Busqué con manos extendidas,
clamé con labios resecos,
hurgué recuerdos huraños
de noches sin días,
de días que no fenecen.
Ansié caricias indolentes,
insensibles cuerpos inertes.
Lloré placeres perdidos,
repiqué, cual de bronce,
en estertor de muerte,
Aullé al viento tu nombre
desconocido, nunca escuchado.
Extendí manos tiritantes
escapando de la escarcha,
subiendo hacia el sol.

             Graciela Vera